jueves, 10 de noviembre de 2011

Ben Hur , la novela (VII). El Circo

CAPITULO XII




El circo de Antioquia  levantábase en la ribera derecha del rio, casi enfrente del palacio. Los juegos eran una dádiva hacia el pueblo, y la entrada era, por tanto , libre. Pero a pesar de la vasta capacidad del anfiteatro, era tanto el temor que tenia la gente de no encontrar sitio que desde las primeras horas del dia precedente a los juegos habia ocupado todos los alrededores del Circo. A media noche fueron abiertas las puertas y la plebe se arremolinó a través de elllas, ocupando rapidamente los sitios a ella designados, y acabó de pasar la noche durmiendo sobre las gradas .

[...]

A la hora tercia, podia decirse que el Anfiteatro estaba completamente lleno. Un heraldo tocó la trompeta imponiendo silencio y las miradas de mas de cien mil personas se fijaron en un edificio que habia en la parte oriental del estadio. Allí levantabase la célebre Puerta Pomposa, un arco poderoso encima del cual estaba la tribuna consular, magnificamente adornada de estandartes y flores en donde, rodeado de las enseñas de la legión, sentábase el Consul Majencio.

A un lado y al otro del arco, a nivel del suelo, abríanse las carceres, o estancia , cada una defendida por un cancel. Sobre ellas deslizábase una cornisa coronada con una baja balaustrada, detrás de la cual se levantaban progresivamente anchas graderías de mármol, ocupadas por un expléndido concurso de altos dignatarios militares y civiles. Esta mole ocupaba toda la anchura del edificio del Circo, y estaba flanqueada por torres, las cuales añadiendo elegancia a la arquitectura del edificio, servían de punto de apoyo a los “velaria” o grandes toldos de púrpura, unidos unos a otros, que proyectaban sombra apacible sobre la augusta asamblea de la tribuna.



Imagínese el lector que pertenece al número de los favorecidos que se sientan en ese sitio privilegiado que es la tribuna. A derecha e izquierda, debajo de las dos torres, verá las dos entradas principales. Inmediatamente a sus pies se extiende la pista, cubierta de arena blanca y finísima. Por el centro de la pista corre un muro de 10 o 12 pies de ancho, de 5 o 6 de alto, y precisamente de 180 metros de longitud, o sea un estadio olímpico. A entrambas cabezas de este muro se levantan sobre sendos pedestales de marmol, 3 desproporcionadas columnas cónicas de piedra gris, ricamente esculpidas. Estas son las dos metas en torno de las cuales correán los contendientes. Los corredores entrarán en la pista por la derecha de la meta más proxima y tendrán siempre el muro a su izquierda. El comienzo y el término de la carrera tiene lugar de cara a la tribuna consular, y por esta razón aquellos son los sitios más solicitados del Circo,

El límite exterior de la pista está señalado por un muro liso sólido. De 15 pies de altura, coronado con una balaustrada igual a la que hemos visto sobre las “carceres” si recorremos la curva de este balcón, la encontraremos interrumpida por 3 puntos en los que se abren otras tantas puertas. Dos al Norte y una al Oeste, esta última adornada de magníficas esculturas y bajos relieves, es llamada la Puerta del Triunfo, porque terminados los juegos, los vencedores transponen su arco con la cabeza coronada de laurel, y seguidos de un cortejo triunfal.



Inmediatamente despues de la balaustrada lateral, ascienden en largas filas paralelas y sobrepuestas una a otra, las gradas para los espectadores ofreciendo un espectaculo curioso y multicolor. Estos sitios populares no estaban cubiertos con toldo, privilegio exclusivo de la tribuna.

Teniendo a la vista el conjunto del Circo, imagínese el lector el profundo silencio impuesto por los sonidos de las trompetas, doblemente de notar después del vocerío y del ruido que le habian precedido, y durante el cual las miradas de la multitud estaban concentradas en la Puerta Pomposa.









Salió de ésta un sonido de voces y de instrumentos, y súbitamente apareció el coro de la procesión con que se abre el espectáculo.

Al esplendor de los carruajes y la gracia y belleza de los caballos, anñaden los aurigas la fascinación personal de su aspecto. Sus túnicas, cortas, sin mangas, son de los colores prescritos.un caballero va acompañando a cada carruaje, excepto Ben Hur que ha rehusado este honor, acaso por desconfianza. Todos cubren sus cabezas con yelmos, él sólo la cabeza descubierta

Al aproximarse los espectadores se ponen de pie encima de los bancos y el clamoteo es altísimo, ensordecedor. Al mismo tiempo que la lluvia de flores desde la balaustrada se convierte en diluvio y cubre a hombres y caballos y vehículos. En seguida se ve que algunos de los conductores son más favorecidos que otros. No hay hombre mujer y aún niños que no estén adornados con los colores de uno de los contendientes, casi siempre en forma de lazo colocado sobre el pecho o en los cabellos. Hay lazos verdes, amarillos, azules, pero examinando atentamente a la multitud, se ve que los colores predominantes sondos: el blanco y el oro y púrpura mezclados.


A medida que los vehículos avanzan por la pista, la excitación aumenta, al llegar a la segunda meta, en especial en las galerias en que el blanco es el color dominante, los gritos del publico son estruendosos y las flores caen con más abundancia.

- ¡Messala! ¡Messala!

- ¡ Ben Hur! ¡Ben Hur!


No se oyen otros gritos.


[...]



Cuando por fin el cortejo hubo teminado y la Puerta Pomposa se hubo cerrado tras del ultimo portaestandarte, Ben Hur sabia que su deseo estaba cumplido. Las miradas de todo Oriente estaban fijas en su carrera con Messala



Fin del capitulo XII

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