domingo, 15 de enero de 2012

Ben Hur (VIII)... Por fin se da la salida

 Capítulo XIII

Muy cerca de la hora demimoquinta, por hablar en términos modernos, la primera parte del programa se habia efectuado  y solo faltaba la carrera de carruajes. El director eligió este momento para dar un descanso.Los vomitoria fueron abiertos y cuantos pudieron salieron al pórtico exterior donde se habia instalado un puesto de bebidas

Los que se quedaron consultaban sus tablillas y liquidaban sus apuestas. La distinción de clases se había olvidado. La multitud estaba dividida únicamente en dos grandes categorías: la de los vencedores, alegres y habladores ))) , y la de los vencidos, tristes y silenciosos :´(

Un grupo de espectadores que tan sólo deseaban ver la carrera de carruajes aprovechó la pausa para entrar al Circo y ocupar sus asientos. Entre ellos el jeque Ilderim, Simónides, su hija Ester, Baltasar y su hija Iras.

El público les abrió paso respetuosamente pues reconocieron al jeque Ilderim, y ocuparon sus asientos cerca de la balaustrada, cubiertos con ropas y almohadas.

Unos hombres con la librea del Circo comenzaron a tender una cuerda blanqueada, de un balcón al otro, de cara a las columnas de la primera meta. Al mismo tiempo seis hombres  vestidos cada uno con una túnica del color que le correspondía a su auriga, salieron de la Puerta Pomposa y se situaron frente a las cárceres, uno en cada una, preparativo que acogió la multitud con prolongados murmullos.Samballat llegó poco despues.

- Vengo de las cuadras, oh jeque. – Exclamó saludando gravemente a Ilderim, que se mesaba la barba nerviosamente y le miraba con mirada interrogativa.--Los caballos están en perfecto estado


-Si son vencidos, ruego a Dios que los venzan otros que no sean los de Messala- Repuso Ilderim sencillamente.

Samballat se dirigió entonces a Simónides.: 
-He de decirte que la tablilla que dejé ayer en la mesa de Palacio, con una apuesta, ha sido aceptada, mírala.

Simónidos la cogió y leyó con atención.

- Lo se. Un emisario de Druso ha venido hoy a preguntarme si te había abierto crédito por esa suma. Guarda bien esta tablilla. Si pierdes, ya sabes dónde encontraras el dinero. Pero si ganas, amigo , procura que ninguno escape, que paguen hasta el último siclo. Esto será hacer solamente lo que con nosotros harían.

-Confia en mi, Simónides.

En el Circo resonaron algunos trompetazos anunciando la continuación del espectáculo y llamando  a los asistentes a sus sitios. Al mismo tiempo algunos esclavos aparecieron en la pista y encaramándose al muro divisorio, fijaron en el entablamiento próximo a la meta occidental siete esferas de madera dorada. Después, regresando a la primera meta, colocaron en ella otras tantas esculturas representando delfines.

-¿Para qué sirven esas esferas y delfines, oh Jeque? Preguntó Baltasar. ???

-¿Nunca has asistido a una carrera?

- Nunca

-Pues bien, sirven para contar el número de vueltas; al final de cada vuelta se sacan un pez y una esfera.

Los preparativos habían terminado. Todos los rostros estaban vueltos a Oriente, y los ojos se fijaron en las seis cuadras que encerraban a los competidores.

-Fijate en el romano- dijo Iras,la hermosa egipcia, a Ester; que no la oyó porque con el corazón palpitante y los ojos inmóviles aguardaba la aparición de Ben Hur jj)

Se oyó un agudo toque de trompeta, y los “ starters”, como podriamos llamarlos en lenguaje deportivo moderno, se alinearon bajo las columnas de la meta, prontos a ayudar a los aurigas en el caso de que alguno de los caballos se asustasen.

Resonó un segundo trompetazo y los guardias abrieron las cuadras. Primero salieron a caballo los siervos asignados, y la cuerda enyesada fue soltada para darles paso y colocada despues de nuevo.

Un tercer trompetazo resonó en el Circo

Como proyectiles salidos de la boca de gigantescos cañones precipitaronse las seis cuadrigas en el pista y la inmensa multitud, poniendose en pie como un solo hombre ensordeció el Circo con un grito unánime.

 ¡ Para esto habia estado esperando pacientemente tantas horas!   :O

Los competidores eran visibles desde todos los lados del Circo, pero la carrera no había empezado todavía; antes tenían que transponer la cuerda, cuyo oficio era igualar las condiciones de salida.
 
Cada conductor miraba primero a la cuerda y despues al muro interior, de modo que , dirigiendose al mismo punto a toda carrera, parecía inevitable un choque. Y no era esto solo, sino que podia suceder que el director en el último insante, descontento de la partida, no diese la señal de dejar caer la cuerda o no la diese a tiempo.




[...]

Las seis cuadrigas se dirigirían por el camino mas breve hacia el mismo punto, el muro. Ceder hubiera sido como renunciar a la victoria ¿ Y quién hubiera cambiado de propósito entre los gritos de la multitud que resonaban en los oidos de los aurigas como el rugido de un mar tempestuoso?

El trompetero que estaba cerca del director dio un toque poderoso y los jueces de campo dejaron caer la cuerda en el momento mismo en que uno de los caballos de Messala iba a pisarla. 

El impávido romano sacudió su látigo, que se desplegó silbante en el aire, aflojó las riendas, inclinó el cuerpo hacia delante y dando un grito de triunfo se lanzó a la muralla.




¡ Jupiter está con nosotros!- Aulló el partido romano en el frenesí de su entusiasmo :)

Al arrancar Messala, la cabeza de león con que terminaba el eje de sus ruedas rozó la pierna anterior del caballo de Cleante el  Ateniense, arrojando al animal asustado encima de su parejo en la lanza. :O Entrambos vacilaron y tropezaron, y los guardianes corrieron hacia ellos intentando  cogerlos  de las bridas.... Cleante  intentó sujetar a su asustada cuadriga, pero quiso la desgracia que se desviara a la derecha y la rueda del Bizantino chocase de flanco con su coche. Cleante fue arrojado por el suelo, dando un grito de rabia y terror, y cayó bajo las patas de sus propios caballos. ¡Horrible espectáculo ante el que Ester se cubrió los ojos!:O




El Corintio, el Bizantino y el Sidonio siguieron adelante. Cuando Ester se aventuró a mirar otra vez, algunos siervos estaban sacando los caballos y el coche destrozado, mientras otros se llevaban al auriga. De los bancos ocupados por los griegos solo partían gritos de rabia y exclamaciones de venganza. eee

La judía juntó sus manos de tanta felicidad. Ben Hur, incólume, corría al lado mismo del romano. Detrás de ellos, en grupo segúian el Sidonio, el Corintio y el Bizantino.

La carrera había comenzado. La multidud contenía la respiración.



Fin del capítulo XIII